viernes, 30 de julio de 2010

Cómo escribir un post.

Antes de comenzar a escribir hay que buscar la inspiración. Podemos basarnos en ejemplos de la historia como Baudelaire con su afición a la absenta o Marco Aurelio y sus desayunos de opio, pero aquí en Pakistán es mucho más práctico meterse en la tienda comedor cuando todos los hornillos de queroseno están funcionando. Te sientas alrededor de los fuegos y comienzas a charlar con los cocineros mientras fumas cigarrillos a un rítmo que pronto la estancia parece el interior de un motor de combustión y en unos minutos la cantidad de oxígeno en el aire es la que podrías encontrar a 9000 metros.



Trasladar las ideas a un formato comprensible puede llegar a ser problemático. Sebastián Álvaro que es un tipo curtido en estos menesteres de contar historias desde lugares remotos, escribe todo en su ordenador portátil. Luego con ayuda de un teléfono de conexión satelital, llama a España, dicta el texto, y allí alguien lo envía a su destino. Esto casi nunca falla. Como yo soy novato y todavía creo en la tecnología, me he traído un sistema de intercambio de datos via satélite. Es decir una conexión a Internet para la que necesito encontrar un satélite que se encuentra hacia el oeste. Mala suerte que el valle donde nos encontramos corre de norte a sur y hacia el oeste hay una muralla de montañas infranqueable. Incluso para los satélites.

El valle más cercano que se abre hacia el oeste está a media hora de pista excavada tímidamente sobre las escabrosas laderas del río Hushé. Lo primero es localizar un vehículo en el pueblo. Hablas con alguien, éste llama a su primo, luego aparece su hermano y finalmente Little Karim parece que tiene un vehículo que podemos utilizar. Ahora tenemos que buscar un conductor para el Toyota del 66 que se encuentra aparcado en la puerta del refugio con el aspecto de no haber arrancado en varios meses.
El hijo de Karim se llama Hanif y tan pronto está en la cocina preparando unas croquetas de patata y especias como con medio tronco sumergido en el motor del Toyota soltando cables. Parece que la batería no funciona. Hay que arrancar a empujón. Lo intentamos en el diminuto patio del refugio con tantas idas y vueltas que comenzamos a bromear sobre un nuevo juego baltí. Lo único que conseguimos sacar del vehículo es un humo negro y espeso, y un ruido sordo como de disparos amortiguados al mover pesadamente el motor. Cada vez más gente se va sumando al juego y llega un momento en que el patio del refugio está atestado de hombres que se saludan, empujan, abren el motor mientras discuten aristotélicamente con cigarrillos humeando entre los labios o charlan animadamente sentados en cuclillas junto a las columnas de la puerta de entrada. Así pasa al menos una hora hasta que alguien trae una batería y por fin el vehículo arrranca.

La pista que desciende desde Hushé a Machulo no puede ser más escabrosa. La lluvia de los últimos días ha dejado el firme resbaladizo y el vehículo desliza haciendo eses sobre la primera cuesta pronunciada con el dinamismo de un esquiador. Hay tres asientos en la parte delantera y un amplio espacio de carga en la parte trasera. El parabrisas está decorado con tiras de tela de las que cuelgan flecos y símbolos de madera de la cosmología baltí. Por la fuerza que hace Hanif al tomar cada curva puedo asegurar que el jeep no tiene dirección asistida. En la parte de atrás viaja Little Karim, de pie, agarrándose a la estructura de la cubierta de hierros, mirando hacia abajo a sus paisanos desde su condición de personalidad local. Algunos hombres intentan subir mientras cruzamos el pueblo pero sólo uno lo consigue y nos deslizamos ladera abajo cerca de las aguas rompientes del río. El Toyota de 1966 expulsa la mitad del humo por el tubo de escape y la otra mitad directamente del motor a la cabina de los pasajeros. Después de un par de kilómetros, el humo es tan denso en la parte delantera que me doy cuenta de cómo se inventaron los cristales tintados. Hanif gira bruscamente en las curvas cerradas del camino y su brazo izquierdo (aquí se conduce a la británica) mueve con violencia el cambio de marchas y la dirección de las tracciones. El sonido y el ambiente del vehículo recuerda al de una inmensa máquina de vapor. Cruzamos el puente colgante sobre el río con la superficie columpiándose bajo las ruedas , vadeamos dos torrentes que bajan un poco crecidos por las últimas lluvias y adelantamos a un grupo de hombres y niños con cargas de leña a la espalda que nos hacen señas de parar. El vehículo pasa a su lado dejando una nube de polvo y dióxido de carbono.

Está a punto de anochecer cuando encontramos la entrada del primer valle que se abre hacia el oeste. En medio de una antigua morrena glaciar, a doscientos metros de la pista, me siento en cuclillas sobre una piedra y saco los aparatos de la mochila. El equipo Explorer 300 de intercambio de datos cedido por Erziasat para ayudarnos en la comunicación. Un cuadrado de apenas el tamaño de una caja de galletas que emite y recibe datos a más velocidad de la que podríamos encontrar en ningún cibercafé del norte de Pakistán. Un ordenador portatil del tamaño de un libro bien editado y un cable LAN para unir ambos artilugios. Conecto el Explorer orientando las antenas hacia el oeste, justo en el hueco que deja el valle, y enchufo el cable al ordenador. El señalizador de potencia de la señal marca 0. Juego con la inclinación, apunto un poco mejor al contorno en uve del valle y pronto recibo 35 dBHz, suficiente para una precaria conexión a Internet.
Ya se ha hecho de noche y varios hombres se han acercado desde el pueblo de Kande para ver el espectáculo. El texto está en la bandeja de salida pero el intercambio de datos se hace con lentitud. Primero los correos salientes y luego los entrantes, en total más de 8 MB. El nuevo post sale milagrosamente antes de perder la señal. Ha sido lanzado desde una morrena glaciar a 3000 metros de altitud en el Karakorum pakistaní, rebota en un satélite y un segundo más tarde alguien lo recibe en España en su correo electrónico. Ya es noche cerrada y no hay manera de conseguir una señal con potencia suficiente para el intercambio de datos. El texto ha salido, fumamos un cigarrillo y nos montamos en el jeep. Nos queda media hora de pista, vadear dos torrentes, cruzar el puente colgante, luchar desesperadamente contra la hipoxia en la cabina, y evitar las goteras que ahora supuran colmatadas de lluvia. El texto ha salido y si todo va bien, en unos minutos, un tipo en calzoncillos que se acaba de levantar de la siesta en un pueblo de Badajoz, se entretendrá leyendo cómo viajan estas letras por cielo y tierra.
Simón Elías
www.desnivel.com

4 comentarios:

Khader dijo...

Estas usando el satelite del atlantico, prueba el de asia, deberias tenerlo aproximadamente en 190º (comprueba el azimut).

Besos y cuidado en la luna llena.

ciadla dijo...

Ke bueno saber lo ke haceis y como. Miro a diario este blog para saber como os va ...... Un abrazo y cuidado.(pedro, hermano de patty)

tu devora ley dijo...

segun mis calculos el azimut viene a estar entorno a un rango periferico estandar ,.por lo cual creo que deberiais derivar el azimut a 90 grados ambiguos…….ey miriam somos tus amigos desde el run jejejejejeje

manu dijo...

asun,ten cuidado cuando te laves el gorondoro que estan muy revueltos los rios por hay,saludos desde jaen